Robots con alma de bichos

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España participa en la creación de máquinas inteligentes que emulan el cerebro de los insectos y se adaptan al entorno.


Insectos palo, drosófilas y cucarachas

"Los robots que desarrollamos se basan en la naturaleza, con la idea de que construyan soluciones similares a las que utilizan los insectos para moverse en su ambiente", explica Paolo Arena, coordinador del proyecto y profesor de la universidad italiana de Catania. Este mes se ha desplazado a Madrid, a San Lorenzo de El Escorial, para codirigir un curso de verano de la Universidad Complutense y así enseñar los primeros prototipos. Se trata de unos sofisticados cacharros provistos de unos sensores con los que perciben su entorno. Si ven un obstáculo -una tapia, por ejemplo-, se detienen, idean enseguida una alternativa y se dirigen al objetivo. Si pierden una de sus piezas, no se atascan. Continúan con su misión.

"Queremos que estos robots, a diferencia de los convencionales, se muevan de manera autónoma, reaccionen a los estímulos en un ambiente desordenado, aprendan de la experiencia e improvisen", añade Arena. El primer paso es estudiar cómo responden a su entorno tres artrópodos: insectos palo, moscas del vinagre (Drosophila melanogaster) y cucarachas, todos ellos "robustos anatómicamente, adaptativos, inteligentes y con cerebros más sencillos de analizar".

En la misma línea de investigación trabaja el equipo del ingeniero Pablo Varona, de la Universidad Autónoma de Madrid, más centrado en la creación de robots modulares, y no con patas, como los de Spark. "La bioingeniería diseña circuitos neuronales que se autoorganizan. En lugar de montar un robot compacto, se construyen máquinas complejas a partir de elementos más simples: módulos controlados por neuronas que dialogan entre sí y que, acopladas, forman un circuito".

La fuerza de estos biorrobots reside, pues, en esos circuitos neuronales, los CPG (generadores centrales de patrones, en sus siglas en inglés), que permiten una programación más dinámica, no tan rígida como la que exige la robótica tradicional.

"Nos ahorramos prever las miles de situaciones posibles que puede encontrarse la máquina. Aquí cada neurona afronta su pequeño conflicto y le busca una salida", subraya Varona, que elogia también el trabajo entre disciplinas al que obliga la bioingeniería: "Antes trabajábamos por separado. Hoy cada vez más neurocientíficos, biólogos, ingenieros, o matemáticos investigan juntos". Equipos mestizos para una meta común, un bicho de alma mixta. Nunca única, precisa el profesor de la UAM: "El mejor robot no es el que imita al 100% la naturaleza, sino el híbrido, que aúna lo mejor de la ingeniería y de la biología".

Arena gesticula, ufano. El futuro promete. Biorrobots que exploren planetas, el fondo del mar o campos de minas antipersona, que mejoren la movilidad de discapacitados y ancianos, o que reconozcan la voz de los atrapados en zonas de catástrofe. Siempre sin despistarse.

Fuente: publico.es

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